lunes, 27 de marzo de 2017

Cansancio del alma

Dice santo Tomás en su Suma Teológica, cuestión 168 de la "Secunda secundae", artículo 2, que el alma se cansa, 'fatigatur', se fatiga dice el santo más exactamente. En seguida dice que esto sucede porque el alma tiene fuerzas limitadas y por tanto cuando ejerce sus funciones más elevadas tiende al agotamiento y necesita el descanso, de la misma manera en que el cuerpo necesita descansar después de un esfuerzo significativo, y por la misma razón: tener fuerzas limitadas.

De manera que el trabajo intelectual y volitivo diario agota al alma, y tanto más cuanto mayor sea la intensidad de dicho trabajo (estudio, decisiones difíciles, preocupaciones que nos mantienen "pensativos", etc.). Y todo ello reclama luego que se le de al alma descanso.

Pero ¿no será que el alma también se cansa a causa de las mentiras, los errores, las ideologías y los vicios? Veamos.

El alma en cuanto forma del cuerpo tiene fuerzas limitadas, tiene un acto de ser finito. Por lo cual, siendo que 'agitur sequitur esse' (el obrar sigue al ser), hay que decir que su obrar o su capacidad para obrar es tan limitado como su "esse" mismo, como su ser. Y se agota sobre todo con el ejercicio de sus dos potencias superiores, en el caso de los seres humanos, la inteligencia y la voluntad. La inteligencia es una facultad de conocimiento que tiende a la posesión intencional del ser de las realidades sensibles, ascendiendo luego por analogía y negación al conocimiento de lo espiritual. Dicho de otra manera y sabiendo que el ser de una cosa es fundamento de su verdad, la inteligencia humana está hecha para alcanzar la verdad de las cosas. Por su parte, la voluntad humana es facultad tendencial, con ella tendemos hacia fines que captamos como bienes para nosotros (sea con juicio recto o errado, ya que la experiencia cotidiana nos dice que consideramos muchas veces un bien a algo que en realidad es un mal, como en las adicciones, por ejemplo), pero no de la misma manera en que tendemos hacia bienes sensibles y particulares, lo cual constituye la esfera emocional (o pasional), sino tendiendo hacia bienes captados por la actividad de la inteligencia, que en cuanto abstracta y universal, nos permite tender hacia bienes considerados como portadores de la razón universal y abstracta de bien, al menos parcialmente.

En resumen: la inteligencia tiende a la verdad y la voluntad hacia el bien, verdad y bien son sus alimentos respectivos.

¿Qué pasa entonces si continuamente el alma es alimentada con mentiras y errores, y la voluntad con bienes aparentes, que son males reales? Pues pasa que poco a poco se van debilitando sus fuerzas para alcanzar su verdadero objeto (verdad y bien), se van acostumbrando a ese objeto ficticio que es su alimento cotidiano y finalmente pierden el gusto por aquello hacia lo cual deberían tender por su propia naturaleza: el error y el mal se les hacen "connaturales". Los medievales llamaban a esto adormecimiento de la conciencia o ceguera de la mente.

Entonces el alma se fatiga. Porque es como si un atleta se alimentara con comida chatarra que no le aportara los nutrientes adecuados para el ejercicio de su actividad específica, tarde o temprano su organismo tendería al colapso de sus funciones y dejaría de ejercerlas correctamente. Peor aún, el atleta dejaría de ser atleta. Igual con el alma.

Si solo la alimentamos con mentiras y males la iremos envenenando poco a poco, su sed de verdad y de bien se verá saciada con engaño, con un mal alimento, y sus fuerzas, que son limitadas, se agotarán tarde o temprano, y almas cansadas producen individuos débiles, familias rotas y sociedades decadentes. Es decir, justo lo que vemos a nuestro alrededor hoy.

La causa profunda de la decadencia actual en todos los niveles es el cansancio profundo de las almas, alimentadas desde hace ya mucho tiempo por comida chatarra: vicios e ideologías.

La renovación social no vendrá de las leyes ni de los gobiernos, no se trata de que gane este en vez de aquél candidato las elecciones, no. Se trata de que se emprenda una renovación moral de las familias, cuna de los individuos, y con individuos sanos moralmente se construirán instituciones sanas. No hay más camino que ese.


Leonardo Rodríguez


2 comentarios:

mecheverria dijo...

El alimento natural del alma son la búsqueda del Bien y la verdad... Es decir, el alimento natural del alma es la búsqueda de Dios, que es el Bien y la Verdad en sí. Por eso una sociedad atea como la nuestra es una sociedad agotada, sin fuerza espiritual, sin ganas de vivir y victima natural de los barbaros.
Una sociedad atea como la nuestra es una sociedad agónica.

Anónimo dijo...

Qué artículo más bueno caray, no me canso de leerlo.