jueves, 22 de junio de 2017

¿Grandeza o hinchazón?

Uno de mis libros favoritos es el 'Kempis agustiniano', que es una recopilación muy juiciosa de extractos de las obras del gran san Agustín de Hipona, hecha por Antonino Tonna-Barthet, sacerdote de la comunidad religiosa agustiniana, precisamente.

El autor de la compilación ha realizado un trabajo inmenso de selección y organización de pasajes agustinianos y los ha ordenado por temas, de manera que para cada aspecto de la vida espiritual ha seleccionado una serie de textos de san Agustín. Se convierte el libro entonces en un arsenal de ideas sobre la vida espiritual, convenientemente organizados para que el lector se alimente de esa fuente de sapiencia que fue la mente del gran doctor de Hipona.

Precisamente leyendo hace poco un capítulo titulado 'Falsa grandeza de la soberbia', me ha llamado la atención un pasaje en el cual el santo doctor afirma lo siguiente:

Hinchado por la soberbia, esta misma hinchazón le estorbaba para volver por la estrechura. Quien, en efecto, se hizo por nosotros camino, clama: Entrad por la puerta estrecha. Hace conatos para entrar, mas la hinchazón se lo impide; y cuanto más la hinchazón se lo impide, tanto más perjudiciales le resultan los esfuerzos. Porque, para un hinchado, la estrechura es un tormento, que contribuye a hincharle más; y si aún aumenta de volumen, ¿cómo ha de poder entrar? Tiene, pues, que deshincharse. ¿Cómo? Tomando el medicamento de la humildad; que beba esta pócima amarga, pero saludable, la pócima de la humillación. ¿Por qué tratar de encogerse? No se lo permite la masa; no grande, sino hinchada. Porque la magnitud o corpulencia es indicio de solidez, la hinchazón es inflamiento.


Como es evidente trata aquí el santo doctor acerca de la soberbia, y afirma que la soberbia no es grandeza sino hinchazón, es decir, estar lleno de nada, un cascarón vacío que parece grande porque está hinchado, como los globos de helio. Pero la soberbia es hinchazón sin verdadero peso, porque está vacía por dentro. Y dice el doctor que solo la verdadera grandeza tiene peso, incluso si no parece grande como la soberbia.

Según esto es mayor la grandeza de una humilde religiosa oculta al mundo que en algún hospital olvidado de África entrega su vida al cuidado de enfermos terminales, y muere desconocida de casi todos. Que la de algún soberbio empresario, exitoso en su mundo, conocido y admirado por todos, dueño de una gran fortuna y de muchos bienes, pero que ha olvidado la función de la riqueza y la razón de ser de su paso por este mundo. Lo uno es grandeza, lo otro es hinchazón. 

Y nos pasa a nosotros mismos, ¡cuántos de nosotros no somos grandes con grandeza de alma, sino hinchados de vacío!

Y como estamos hinchados de vacío, de viento, no somos pesados y nos mueven todos los vientos del mundo. Vamos tras las modas, queremos seguir las últimas opiniones para 'encajar', para no ser rechazados de los círculos 'sociales'. Nuestra hinchazón nos hace parecer grandes, pero no tenemos verdadero peso, no estamos firmes en la fe y en la verdad de las cosas, y engañados por nuestra aparente grandeza vamos dando tumbos de lado a lado, de aquí para allá según el ritmo de las ideologías de moda. Nuestros ideales son los del momento, los que nos digan los medios, los que nos marque la 'opinión pública'.

Esa es la diferencia entre hinchazón y grandeza. La grandeza ha de ser ante todo una grandeza del alma, por medio de la fe, la gracia y las virtudes. El resto es paja. Esa es la verdadera grandeza, la verdadera nobleza, la que nos permitirá permanecer de pie con nuestros principios intactos en medio de un mundo que cambia y se derrumba. Incluso un pensador colombiano, Nicolás Gómez Dávila, intuyó esto a la perfección cuando en una de sus frases inspiradas escribió: aristócrata es todo aquél que tiene vida interior, cualquiera sea su rango o su fortuna.

Esa es la aristocracia, la grandeza y la nobleza verdaderas, las que importan. El resto puede llegar o no, y si llega cuidémonos mucho de que no se convierta en hinchazón.

Leonardo Rodríguez


2 comentarios:

FERNANDO JOSE ARES dijo...

Genial descripción.
Genial homilia...
Sin palabras...

Quidam dijo...

Muchas gracias, muy amable. AMDG.